El hombre crea su reemplazo
¿El ser humano puede volverse
obsoleto? Con los recientes avances en la ingeniería computacional y la
creciente tendencia al uso de la tecnología en cada vez más ámbitos, hay
quienes piensan que algún día las máquinas reemplazarán a los humanos.
El pasado jueves 31 de mayo,
durante la edición 2018 “El Aleph. Festival de Arte y Ciencia” se presentó, en
el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), el encuentro New
Creativity donde Carlos Gershenson presentó la ponencia Inteligencia artificial:
pasado, presente y futuro revisando algunos argumentos ante esta inquietud.
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Gershenson, responsable del
programa Inteligencia computacional y modelación matemática del Centro de
Ciencias de la Complejidad (C3) e investigador del Instituto de Investigaciones
en Matemáticas Aplicadas y Sistemas de la UNAM comenzó su presentación
revisando el significado del término inteligencia artificial (IA), acuñado en
1956 por John McCarthy y otros científicos contemporáneos, “para empezar a
estudiar cómo se puede imitar la lógica humana en computadoras”.
La IA fue definida por McCarthy
como la ciencia y la ingeniería de crear máquinas inteligentes, especialmente
programas de computación inteligentes. Para Gershenson, sin embargo, es
importante comenzar por definir qué tanto un comportamiento humano es
“inteligente” y qué tanto un comportamiento no humano podría considerarse así.
Máquinas vs. humanos
Sobre la posibilidad de que las
máquinas puedan reemplazar al ser humano, Gershenson, doctor en diseño y
control de sistemas auto-organizantes por la Vrije Universiteit Brussel,
aseguró que, a pesar de que las máquinas han derrotado al hombre en distintas
disciplinas desde hace mucho tiempo, por ejemplo en el ajedrez, nos encontramos
lejos de que una máquina pueda reemplazar a un humano.
Uno de los primeros argumentos a
esta aseveración es que la inteligencia artificial existente se desarrolla ad
hoc a un propósito, “por dominios”, lo cual implica, por ejemplo, que “existen
autos autónomos, pero un auto autónomo no puede manejar una moto”. Esto
significa que para que el ser humano sea reemplazado, se necesitarían una
infinidad de máquinas con distintas habilidades, y no sólo una.
Además, las funciones que realizan
las máquinas resultan complementarias a las que realizan los seres humanos, por
lo que no es apropiado verlas como en competencia: “es como si en un proceso
evolutivo pensáramos que hay una competencia entre peces y mamíferos (...) en
general podemos coexistir”, explicó.
El investigador señaló que otra limitante
a que las máquinas pudieran sustituir al ser humano al volverse receptoras de
una mente humana –como hace Johnny Depp en la película Transcendence— es que
“conocemos muy poco sobre el cerebro”, lo cual descarta la posibilidad de
“descargar una mente sobre algo que no sea un cuerpo (humano)” reduciendo las
posibilidades de que una máquina cuente con una “mente” propia que le permita
pensar como lo hace el humano.
Gershenson destacó que en el
contexto actual confiar la toma de decisiones en los dispositivos móviles
dirigidos por algoritmos impacta en la sociedad de dos formas: por un lado, se
cree que se toman mejores decisiones por la capacidad que tienen las máquinas
para procesar grandes cantidades de datos, pero por el otro, se disminuye la
diversidad en las decisiones tomadas. Además, otros elementos como la cultura y
el entorno en que una persona se desarrolla también establecen importantes
diferencias con las máquinas.
Inteligencia artificial: un asunto
complejo
Más allá de si una máquina puede
reemplazar en tareas específicas a un humano, situación que se ha visto ya al
menos en ciertas industrias, la inteligencia artificial implicaría el uso de
dispositivos (máquinas) capaces de percibir su entorno y llevar a cabo acciones
basadas en decisiones basadas en procesos cognitivos similares a los que
desarrolla el ser humano.
Durante su ponencia, el
especialista en sistemas auto-organizantes también contempló la perspectiva
ética donde, por ejemplo, si una máquina cobra la relevancia de un humano, cabría
la posibilidad de que éstas demanden también “derechos”.

José Negrete Martínez, considerado
precursor de la IA en México, aseguraba que al tratar de construir sistemas
artificiales que imitaran la mente humana sería posible comprender mejor cómo
funciona. A este respecto, Gershenson consideró que “la inteligencia artificial
no sólo sirve para construir, sino también para tratar de entendernos a
nosotros mismos”.
Retomando el cuestionamiento
inicial sobre si las máquinas reemplazarán a los humanos en un futuro próximo,
el investigador universitario concluyó: “sobre el futuro, soy optimista porque
al final las máquinas que creamos aumentan nuestras capacidades (...) estamos
desarrollando una simbiosis".
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